Por las calles de Jerusalén ha entrado una caravana real. Vienen de Oriente. Los judíos se quedan atónitos ante la belleza del cortejo. Más aún cuando les preguntan: ¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? Porque hemos visto en Oriente su estrella y hemos venido con el fin de adorarle 1.Esto lo dicen una y otra vez a cuantos se congregan a su alrededor, mientras se mecen al dulce ritmo del paso de sus camellos. Nadie sabe nada. No se han enterado. Es el gran escándalo del camino de los Magos.Se han quedado sin la estrella que los guiaba y ahora reciben el impacto tremendo de la indiferencia de Jerusalén, que no sabe nada de Cristo, ni lo busca. ¡Y ellos que vienen desde tan lejos, dejando tantas cosas a sus espaldas!Los judíos viven dormidos en sus cosas, sin buscar al Mesías prometido: ¡ellos que son el pueblo del Rey! ¡Entre ellos ha nacido el Mesías!Jerusalén supone para los Magos una crisis en su camino hacia Cristo: una invitación a volver sobre sus pasos, hacia las cosas dejadas atrás. Oscuridad y escándalo. Cansancio e intriga. Sin estrella. Y la ciudad del Rey como si no se hubiese enterado, ocupada sólo en las cosas intrascendentes de la vida.La ciudad del Rey materializada. Así suele pasar en el camino de las almas: las tentaciones se concentran, casi nunca vienen solas. Las dificultades se juntan para atacar a la vez.IIEs la hora de la crisis, de la prueba. La hora de las personas queridas, abandonadas lejos, que siempre llaman. La hora del recuerdo de la vida muelle y tranquila, de la satisfacción de los caprichos diarios, de las ilusiones de la tierra siempre vivas. De la vida dulce, que hace eternidad de las cosas temporales. Es la crisis de los Magos. En las crisis, los hombres pueden decidirse por volver atrás. Y se engañan a sí mismos cuando, para negarse a seguir, se dicen que ya se han determinado. ¿Por qué no emplean esa lealtad a su decisión, en favor de la que más puede llevarles a Cristo, que es la misma que tuvieron al iniciar el camino? Otras veces se justifican diciendo que no ven. Antes, vieron; ya es suficiente. Ahora a amar, a amar con obras, con sacrificio si es necesario.En el camino de un hombre de Dios, no es extraño que el demonio haga de las suyas: ataca la inteligencia (hay que seguir sin ver, agarrado a la mano del director) o a la voluntad (y hay que hacerse fuerza aunque salten chispas).IIILos Magos no se contentaron con estudiar la estrella, como muchos de hoy harían simplemente, sin seguirla; porque seguirla exige plena conversión a Dios y a sus cosas; mientras que admirarla, bien se puede hacer sin desprenderse de una posición cómoda, ya conseguida.Para no seguir la estrella se justificarán diciendo: pero, ¿cómo puede uno convencerse de que es la estrella de Dios? Si supiera que es de Dios, no dudaría en ponerme en marcha.Estimo que una persona generosa se lanza al camino al primer síntoma. Una persona egoísta, aun cuando el mismo Dios directamente la llame, siempre encontrara excusas para quedarse como antes de su llamada. Las preguntas que se hacen los hombres se hacen con la cabeza, calculando. Y sólo se contestan con el corazón.Recientemente he tenido la ocasión de consolar a una madre que lloraba anticipadamente la muerte santa de su hijo de veinte años, moribundo.-Aún está vivo -le dije-, Dios puede hacer un milagro. -No, que se lo lleve -me contestó rápidamente-, se lo ofrecí a la Virgen antes de que naciera; es de Ella, no me pertenece.Pero lloraba el desgarrón de la despedida. Una prueba heroica para una madre.Los Magos no vuelven atrás. Preguntan, investigan. Quieren llegar a Cristo. Los sacerdotes y escribas les enseñan el camino. Éstos lo saben con certeza, no titubean, pero no van. Con sus espaldas apoyadas en las últimas tapias de los corrales de Jerusalén, les indican apuntando a Belén. Antes les habían dicho dónde había de nacer el Cristo: En Belén de Judá; que así está escrito... 2.IVSe ponen a andar de nuevo. Y he aquí que la estrella que habían visto en Oriente, iba delante de ellos... A la vista de la estrella se regocijaron en extremo 3.Ahora caminan los Magos anegados en un gozo muy grande. Ahora no sólo dejan lo que antes dejaban. Desde Jerusalén a Belén dejan algo más tras de sí: ¡Una crisis superada!
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